jueves, 21 de abril de 2016

Viaje al mundo paralelo


De entrada, la habitación, aparentemente, es sencilla. Espartana podría decir. Para darle un aire más bucólico a la estancia he encendido una barrita de incienso y he puesto un disco de Woody Allen y su "New Orleans Jazz Band". Elijo para sentarme una pequeña butaca que hay situada junto a la ventana, que tiene enfrente una mesita redonda con los bordes desgastados por el paso del tiempo y de miles de huéspedes. Desde ese rincón, entre luces y sombras, intentaré escribirles.
Dos reproducciones de arte cubista cuelgan de unas paredes blancas matizadas con una pizca de beis. Al parecer, se trata de un pintor desconocido, en este hotel desconocido, de una ciudad que no sale en los mapas.
Me enfrento al blanco nuclear de la página con mi mente en blanco. Siento ganas de escribir algo, pero: ¿qué es ese algo?. ¿Qué sentido tendría escribir algo, perdido en este hotel, al que por lo visto la gente viene a perderse? 
Maruan Soto Antaki es el autor del libro que me he traído a este escondrijo. Lleva por título "La carta del verdugo". Mi carta sería, si es que esto fuese una carta: "Carta de una desaparición voluntaria".
Imagínense por un momento que pudieran leerme sin que yo les escribiera. Que se han sumado a este viaje al mundo paralelo, al que casi nunca nos atrevemos a entrar, y al que yo he accedido gracias a que la recepcionista, mitad mujer, mitad pez, me ha dado una tarjeta magnética de un cuarto del que desconozco el número, el piso en el que se encuentra, y al que he llegado sin ser consciente de ello. Por un momento les pediría que se olvidasen de todo. Por favor, dejen su mente en blanco. Ante todo, no piensen en la recepcionista. No es una sirena, se lo aseguro, es algo mucho menos romántico. Hagan como si hubieran entrado conmigo a esta habitación, que conduce a la cara B del mundo, en cuyo interior nos podríamos encontrar con todo aquello que hemos renunciado a hacer en nuestras vidas, y, tropezar con todo lo que nos hemos perdido. Un mundo cuasi museístico en el que, todas nuestras renuncias, debidamente catalogadas, aparecerían en vitrinas como aves disecadas o como cuadros colgando de una alcayata.
¿O preferirían que les invitara a pasar un rato en el mundo paralelo de nuestros errores?. Pero, ¿para qué, verdad?. ¡Si al menos los pudiéramos enmendar! Pero eso es imposible, tan sólo encontraríamos el catálogo de nuestros errores cronológicamente ordenado. Al contrario de lo que sucede en el mundo real, el mundo paralelo es mucho menos caótico. En él, todo es más previsible, nada se deja al azar.
No se lo he dicho antes, pero la butaca es el vehículo. Siento, por mucho que lo intento, que no me puedo mover. Algo, que no sé cómo definir, me mantiene pegado a ella. Miro la pantalla del Ipad. Pese a mi involuntaria inmovilidad, observo como se van depositando sobre él las letras que conforman este relato; como si tuviese la facultad de escribir con el pensamiento. 
De los cuadros han salido varias personas representado escenas que reconozco al instante, que me son familiares, que habitan en mi memoria y en mis sueños. Les pido que me dejen tranquilo, que no me atormenten. Les confieso que he edulcorado mis errores para sobrevivir y que estos no me acaben envenenando.
La chica pez me habla desde el otro lado de la puerta. Me pregunta, con su voz acuosa, por qué estoy chillando tanto. Que hay otros huéspedes viajando a sus mundos paralelos y se andan quejando de mi escandalera. Le digo que me perdone. Le confieso que me da miedo mi pasado y ella me asegura que más miedo le da su futuro convertida, definitivamente, en una lubina salvaje, o en un pez luna.
El futuro lo cambia todo y el pasado nos lo retuerce; nos pesa, para que no consigamos alcanzarlo, para que nuestros anhelos queden en pura utopía. El pasado tira de nosotros como un lastre que arrastrara un cadáver hasta el fondo de un río. Un río desconocido que se traga para siempre a un muerto desconocido que se parece enormemente a nosotros.
Un enano, que al parecer se había rezagado del grupo de actores que había salido del cuadro cubista, me ha dicho que todo lo que pasa a nuestro alrededor forma parte de una gran ficción. Que todo es mentira. Que todo lo que nos acontece lo maquillamos y moldeamos a nuestro antojo para seguir viviendo. Y que no hay una realidad de nada como tampoco hay una verdad absoluta de nada. La vida -según el enano-, es un escenario en el que en menos de un segundo se cambia de papel. De héroe a villano. De rey a plebeyo. De santo a pecador. De vivo a muerto.
Siento decirlo así, pero ese enano es un malparido. Este hotel debería existir en algún sitio para prenderle fuego con el enano adentro. Eso es lo que haría. Si pudiera, lo rociaría todo con gasolina y disfrutaría viéndolo arder mientras termino de leer el libro de Maruan Soto escuchando la fusión del jazz de Woody Allen con el crepitar de las llamas. Y antes de que estas se apagaran, arrojaría el libro al fuego y todo se acabaría.

8 comentarios:

  1. Mira tú que hoy estoy de acuerdo contigo.
    Besitos

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  2. Profundo tu relato. Reflexivo y excelente.

    Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Amalia. Tú siempre tan generosa con mis escritos. Un abrazo.

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  3. Solemos vivir rodeados en una gran mentira y somos partícipes de ella, y el que no suele participar lo tratan de loco,y luego resulta que el loco es un genio. Estaremos todos loco?, o no?.
    Saludos

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  4. Para mi viajar entre esos dos mundos es lo que me motiva a seguir viviendo. Vas de uno a otro según lo necesite tu corazón y digo bien corazón, porque todo es cuestión de "sentir" en vez de creer...
    Y sólo a veces, pero sí algunas veces, lanzarias "todo" al fuego para que todo acabara.
    Un abrazo fuerte

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    1. Bonito comentario, Conchy. Es como si tú hubieses entendido el texto mejor que yo mismo. Un abrazo

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