sábado, 11 de julio de 2015

Proposición indecente


- Hola vecino: ¿podrías dejarme un poquito de sal y mañana te la devuelvo cuando compre?.
- Claro, Marisa, pasa, pasa, no te quedes ahí en la puerta.
- ¿Y tu esposo, cómo está?
- Supongo que bien. Está en China, y no me llama desde el lunes.
-¿Pero ya estamos a sábado?
- Pues eso digo yo. Debe ser que no quiere tirar de roaming. Está de un ahorrador que no veas.
- ¿Y tus hijos?
- De campamento de inglés. ¿Y tu esposa?
- ¿La mía?
- Claro, la tuya. 
- Está cuidando a su madre. Mi suegra tiene para largo con lo de su operación.
- Imagino. Esas operaciones son muy feas. Ojalá que todo vaya bien.
- ¿Necesitas mucha sal?
- En realidad, no necesito sal. Es que estaba aburrida y... como sabía que estabas solo.
- ¿Lo sabías?
- Sí, me lo dijo tu esposa ayer en el supermercado.
- ¿Entonces?
- Ah..No sé. He pensado que en lugar de comer los dos solos nos podríamos hacer un poco de compañía. ¿Qué vas a comer, Leonardo?
- Un bocata de jamón con tomate con una cerveza bien fría. No soy mucho de cocinar. Sé que está de moda, pero paso.
- Yo tengo una ensaladilla rusa y me queda un poco de sushi que compré anoche. ¿Te animas?
- ¿Y de postre?
- El mismo que te comes siempre cuando mi marido se va a China. ¿Te parece?
- Eso nunca debió pasar, ya lo hemos hablado varias veces. Así que me comeré mi bocata en casita tan ricamente. No quiero líos, Marisa. Lo que pasó, pasó, y ya.
- Dicen que el hombre es el único animal que tropieza de nuevo en la misma piedra, y yo no soy de piedra. Tú sabes bien que no lo soy.
- No se dice de nuevo en la misma piedra, es dos veces en la misma piedra. Y yo tropecé ya las dos.
- Dicen que no hay dos sin tres...
- Déjate de refranes, Marisa.
- Vente, Leonardo, no te hagas el estrecho. Sé que en el fondo lo estás deseando.
- No, Marisa. Por favor, entiéndeme. No me lo pongas todavía más difícil.
- Al contrario, lo que pretendo es ponértelo bien fácil.
- No. Ene o. No. ¿Quieres sal o no?
- No quiero sal, quiero que te vengas a mi casa.
- No, Marisa, pierdes el tiempo. Cometí un error y no lo pienso repetir.
- Fueron dos.
- Bueno dos, da igual.
- No me gusta que me rechacen. Odio que un hombre me rechace.
- Sal de mi casa, Marisa.
- No quiero. Vente conmigo. Yo te daré lo que tu esposa no sabe darte.
- Pues ya lo aprenderá. ¡Vete, por favor! No me lo pongas más difícil.
- Eres un puto maricón, eso es lo que eres.
- No pienso entrarte al trapo. Eres una buena mujer, Marisa. Sé que no estás pasando por un buen momento, pero por favor, entiende que yo no soy el tipo de ayuda que necesitas. 
- ¡Vete a la mierda, Leonardo!

Y como dijo Joaquín Sabina: "el portazo sonó como un signo de interrogación".

4 comentarios:

  1. Ay, Carmela como se suele decir, Marisa lo que quería realmente era la sal de la vida, las cositas que suelen pasar en veranito....Saludos

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  2. Jajaja debió de paso pedirle a parte de la sal un poco de pimienta y algo de comino, vaya solo quería sazonar un poco la noche, solo era cuestión de que se cocinara a fuego lento y en su salsa jajajajajaja. excelente amigo como siempre.

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  3. La realidad suele superar la ficción . Seguro que esto pasa en más de una finca

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  4. Me has puesto cachondo con este relato. Será verdad que el escritor se inspira casi siempre en sus propias vivencias para describir su presunta imaginativa realidad...?
    Estará la Marisa del cuarto tan buenorra como yo me la imagino...?
    Pa mí que este Leonardo es un buenazo. Ya no quedan hombres así.
    Me has puesto calentorro cabronazoooo!!!!

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