jueves, 23 de abril de 2015

Entrevista al irreverente señor Conejero


-Me mueven las emociones, únicamente las emociones. Me activo con las emociones y me bloqueo ante la vacuidad. -respondió el escritor, ofreciéndome una mueca de Obispo con anginas, ante la primera pregunta.
-¿Cómo qué? -ponga un ejemplo, señor Conejero, pretendo entenderlo para transcribir bien, a los lectores de mi blog, la trascendencia de su obra.
-Es fácil de entender jovenzuelo: no escribo nada que no siento. Escribo desde el corazón para llegar a los corazones de los demás. Cuando escribía desde los genitales, llegaba a los genitales de mis lectores y se producía un aumento demográfico en las zonas en las que más se vendían mis libros. No me arrepiento de esa etapa, y mis lectores supongo que tampoco. Cuando lo hacía desde las vísceras, sacaba lo más visceral de ellos. Así que, cuando me cansé de activar braguetas y vísceras, encontré mi verdadero camino en el mundo de la literatura de autoayuda.
-¿Y cómo encontró ese camino? -pregunté al laureado autor.
-Joven, se lo acabo de explicar. Me lo encontré. Llegó... sin más. Al agotarse los otros caminos apareció ante mí el verdadero. El camino que conduce a la afectividad, a la emotividad, a la espiritualidad... al corazón. Lo encontré sin buscarlo. Él vino a mí.
-¿Dónde encuentra usted la inspiración, señor Conejero? -le inquirí abusando de preguntas de primero de carrera.
-En la Biblia, en el Corán, en el Tanaj, en las Vedas, en las Páginas Amarillas, en la cara de un señor que espera el autobús, en un niño que corretea en un parque, en un pajarillo que se cae del nido, en las noticias del mediodía. Todo me inspira, todo me aporta. Bueno y malo. Tótum revolútum.
-¿Cómo dice usted?
-Nada hijo, es un decir.
-¿Qué opina de los que dicen de usted que es una especie de Santo Ateo? 
-Que son unos ignorantes. Ni levito ni espero hacerlo nunca. No aspiro a la santidad ni creo en ello tan siquiera. A lo único que aspiro es a estar orgulloso con mi proceder y en orden con mis sentimientos. Ah, y a nivel gastronómico a comer bien. Ahora me ha dado por el Sushi.
-¿No se siente tocado por la mano de Dios?
-¿Acaso, joven, usted se siente tocado por la mano de alguien?
-A ver...pensándolo bien me toco yo sólo.
-¿Es usted seguidor del onanismo, entonces? -me planteó el filósofo.
-No, yo soy seguidor de Rafa Nadal y del Barsa, por ese orden.
-Usted es un ignorante, eso es lo que es, joven.
-Oíga, señor Conejero, ¡sin faltar, eh! que yo a usted no le he faltado al respeto en ningún momento.
-Usted no está preparado para ser periodista, debería dedicarse a la hostelería, o tal vez a la cría de aves canoras -me replicó el señor Conejero.
-Y yo creo que usted está sobrevalorado como escritor y como persona.
-Eso ya se lo dije yo antes, no descubre usted nada nuevo.
-¿Siempre fue usted tan tosco? -le pregunté.
-¿Esa pregunta forma parte de la entrevista o de su frustración?
-Usted es un provocador. Debería haberme dicho que no le apetecía mi entrevista y nos hubiéramos ahorrado esta discusión.
-Es que me fascina discutir, confrontar. Disfruto mucho con la dialéctica de la tensión. Y más con un novato de las letras que desconoce hasta el significado del término onanismo.
-Pues sí, lo reconozco, no sé qué significa esa palabra.
-Lo que significa es que usted le da mucho a la zambomba y al cinco contra uno, por eso tiene la cara llena de granos.
-Usted es un impresentable, eso es lo que es. 
-No, hijo, yo siempre me presento. Y me presentan. Y me representan. Hasta tengo representante. Varios, para ser exacto. Uno en cada país en los que se publican mis libros.
-Sus libros, señor Conejero, son una basura, una sarta de mentiras. ¿Sabe por qué? porque usted mismo es una enorme mentira, un personaje maquiavélico.
-¡Sí!, ¿y qué? la gente necesita de mis libros. Necesitan leer mentiras, palabras bonitas, dulces, almibaradas, bien construidas. Me leen escuchando música zen, quemando velas e inciensos, tomando tés de Ceilán, o fumando costo de Alhucemas. Sí, jovenzuelo, de manera maquiavélica los acerco a la paz que tanto anhelan. El fin justifica los medios, amigo.
-No, caballero, yo opino todo lo contrario, y no soy su amigo -le respondí, visiblemente enojado.
-Pues piense usted lo que quiera.
-Voy a publicar esta entrevista en mi blog, sin cambiar ni una sola palabra de todo lo que ha dicho.
-Me da exactamente igual. Su blog no lo lee nadie.
-Eso es cierto. Muy cierto, señor Conejero.
-A mandar. Y no sé preocupe demasiado, joven, cuando lleve doscientas entrevistas le saldrán que ni pintadas.

1 comentario:

  1. si alguien me diera este relato a leer sin ninguna firma , y luego me preguntaran quien es el autor , sin duda no fallaría la respuesta. As echo de tu escritura tu firma , y de tu firma tu escritura

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