sábado, 28 de marzo de 2015

Se ofrece escritor


Están mejorando mis estadísticas. Ya me leen hasta en la China. Con un poco de suerte, un editor visionario encontrará en mí al escritor revelación que anda buscando entre miles y miles de escritores que han calentado su culo en la universidad, y saben mucho más de literatura que yo, pero han trabajado algo menos. Se dará cuenta de que escribo de oído, sin orden ni concierto, y por pura intuición. Me animará a que termine la novela que tengo empantanada sobre la posguerra que vivieron mis abuelos, y mis padres, y que a mí me llegó de oídas, y por la versión fascista con la que me adoctrinaban en el colegio católico al que mis padres me llevaron por su concepción machista de la vida. Mi hermana iba a un colegio del estado y yo, ¡con dos cojones!, iba a un colegio de paga. ¡Sí señor!
Yo no aprendí mucho y mi hermana tampoco. Eran tiempos de confusión, tiempos de cambios sin manual de instrucciones, donde lo viejo se fusionaba con lo nuevo, a contrapelo, y el resultado aún no tenía una forma definida.
Y crecíamos deformados, arrastrados por olas de inconsciencia, con bombas y atentados en cada telediario, con curas metiéndose en todo, con huelgas, con lluvias de panfletos arrojados desde un Seat 127 con grandes altavoces, con señoras que se quitaban la ropa en televisión y nos ofrecían unas tetas espléndidas y revolucionarias en ideología y voluptuosidad.
Por lo general, nuestros padres no estaban, al menos los míos. Trabajaban reconstruyendo, a través de sus sueños, a nuestra querida España, con la ilusión de comprarse una casa en la playa. Una España remendada de prisa y corriendo. Una España de urgencia, hilvanada como un boceto al gusto de la milicia y la vecindad, a la que, arrodillados, teníamos que acudir a pedir un trozo de pan a cambio de lo que fuera.
Claro que la visión de la historia reciente del país que me expide el pasaporte y me cobra los impuestos esta planteada, como les decía, desde fuera de las aulas, sin rigor, ni fundamentos culturales de contrastada solvencia, lo que dificulta, de todas todas, mi credibilidad. 
A pesar de ello, no pierdo la esperanza de convertirme, algún día, en un escritor de masas. En ocasiones, sueño que firmo ejemplares de mi novela "Valdepiedras" a hordas de compradores de libros de culto con gafas de pasta y pintas de intelectuales. 
"La resurrección de la brutalidad y la genialidad de Bukowsky, con tintes murakanianos, la solidaridad de Maalouf, y la aplastante psicología de Millás, están presentes en esta opera prima de José Fernández Belmonte, la revelación literaria del 2022", dirá la faja que recubrirá mi novela para atraer a los lectores de los cinco continentes.
Mientras se deciden, señores editores, voy a seguir con lo mio. Como currito no se me da del todo mal. Soy incansable. Como de todo. No fumo. Ni bebo. Estoy envejeciendo con calma. Leo cuatro libros al mes. Ya saben, si necesitan un escritor que les saque de pobres, cuenten conmigo. No les defraudaré. Eso sí, necesitaré de los servicios de un buen corrector, pero ese gasto me lo pueden descontar de la minuta.

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