jueves, 19 de febrero de 2015

El hombre del saco


Veo un niño jugando con una tortuga. No con un perro, ni con un gato, ni con un loro, juega con una tortuga de tierra de un tamaño considerable. La lleva en su mano hasta un huerto cercano. Por la calle, la gente los mira con asombro por lo inusual de la situación. Ya en el huerto, la suelta. El chaval se sienta a observar como el quelonio juega a ser libre. El niño juega a que su tortuga es libre cuando sabe perfectamente que no lo es. Mirándola, el pequeño siente la trascendencia de sus decisiones. La tortuga, impasible, mordisquea una planta con la intención de saborear su libertad. Él, mientras la mira con deleite, mordisquea un agrillo para saborear la amargura de su soledad. Su tortuga siempre está ahí, es su fiel compañera. Muda. Sin emociones. Sin sentimientos. Pero con él. ¿O es él quién está con ella?.
El niño no es capaz aún de identificar la importancia de esos matices. Él cree dominar su mundo interior. Se siente mayor. Juega a ser mayor. Necesita sentir que lo domina para seguir creciendo. Necesita dominar a su tortuga para sustanciar ese dominio. Para sentir que otros dependen de él, como el siente que depende de los demás. Solo, pero tremendamente dependiente. Tan débil, pero con ansias de construir sus propias fortalezas. 
De nuevo, el niño agarra a la tortuga. Sujetándola con ambas manos la pone frente a su rostro. Nariz contra nariz. La tortuga abre su boca de par en par. El niño hace lo mismo. La tortuga defeca sobre su pantalón una caca blanquecina y pestilente. El niño se lo recrimina diciéndole qué eso no se hace... y, poniéndola de nuevo en el suelo, le da dos manotazos en su duro caparazón.
-Como lo hagas otra vez, no te vuelvo a sacar nunca de casa -le recrimina enfadado al reptil.
La tortuga, sorda, mordisquea un membrillo que hay en el suelo. El huerto abandonado está repleto de viejos membrilleros abandonados a su suerte. El niño corre tras una gran mariposa, mientras la tortuga degusta los frutos amarillos del abandono. La gran mariposa se ha posado sobre el pelo lacio del niño, justo en el epicentro de su cabeza. Siente como sus patitas transitan por sus cabellos como las patas de su tortuga lo hacen por la hierba del huerto.
Un hombre de mirada gris le observa entre los árboles. El niño se ha dado cuenta y corre hacia su tortuga para protegerla del intruso que acecha su mundo. La mariposa huye. El hombre sigue acercándose con sigilo. Lleva un saco de lona mugrienta colgando de su hombro derecho. El niño corre asustado con su tortuga en la mano. Al llegar a los confines de su huerto-mundo el niño mira hacia atrás y observa como el hombre recoge membrillos y los deposita en el saco.
-Hemos tenido suerte, Tomasa -le dice a su tortuga. Creo que era el hombre del saco.

1 comentario:

  1. Sera que el hombre del saco no son mas que los temores que nos persiguen cuando estamos en medio de un mundo tan apacible y tranquilo como el de cualquier tortuga que va por el mundo mordisqueando membrillos y con afanes más acusantes que los de una palmada en el caparazón para apresurar nuestro paso por la vida?..................................................(katherine)

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