viernes, 28 de noviembre de 2014

Las hormigas no leen


Me siento fracasar en el intento de crear una trinchera en defensa de los libros. Una fatua contra la resignación. Un movimiento social de letras convertidas en balas, o en misiles, o en caricias. La batalla contra la incultura se libra puerta a puerta, cuerpo a cuerpo, con libros de tapa dura arrojados como bombas de mano frente a lo absurdo, y con un IVA por las nubes.
La cultura está perdiendo la batalla. Como medida a la desesperada sueño con bombardear las ciudades con libros, pero, al despertarme, siento serías dudas sobre su eficacia. Se requieren fundamentalistas para formar un frente común contra el tonto de baba con traje y corbata, con coche de alta gama, con zapatillas de running, con aspiraciones inconfesables, con conocidos en el poder, con intolerancia al papel impreso, con miopía frente al dolor ajeno, con sordera frente a las demandas de justicia de los pobres del barrio de al lado.
La sociedad de la incultura huele a podrido. Todo les caduca adentro, nada renuevan, y ni abren las ventanas para que entre aire fresco. Huelen a humedad y a rancio camuflado con pachulí. Crecen las tiendas de imitación tanto como huimos de lo auténtico. Se impone lo prefabricado, lo precocinado, lo desechable, lo predecible. Somos una fotocopia emborronada de lo que podíamos haber sido. Un recuerdo nostálgico y vacuo de lo que nuestros abuelos y nuestros padres aspiraban para nosotros.
No leo, pero exhibo la foto de la hamburguesa de carne falsa que me zampo en las redes sociales. No leo, pero me fotografío bebiendo cervezas y exhibiendo en Facebook una mueca prefabricada de felicidad. Adopto el rol que toca con tanta facilidad como abandono el anterior. No leo, pero consumo lo que hay que consumir, me peino como debo peinarme, viajo adonde hay que viajar, y voto al que, supuestamente, protege mi status quo de cartón piedra. 
Y, sin darnos cuenta, han logrado transformarnos en hormiguitas obedientes, sumisas, resignadas, ciegas, insensibles, pero que actuamos obedientemente ante los dictados de la hormiga reina llamada consumo.
Las hormigas no necesitan leer. La pena es que la mayoría de nosotros, salvo honrosas excepciones, tampoco.

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo contigo.A mis alumnos les hago buscar frases bonitas, filosóficas, que les emocionen...con tal de que buscando buscando lean...Mis tutorias suelen empezar con la lectura de un texto, a partir de él hablamos...En clase de mates siempre les digo que lo más importante es leer bien el enunciado del problema...voy sembrando semillitas haber si en alguno florece la pasión por la lectura.
    No quiero que pases hanbre...(ahora aquí habría una carita con un guiño). Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encanta el trabajo tan bonito e importante que desarrolláis los maestros. En el fondo, de no haber sido un zoquete para los estudios, creo que me hubiera encantado ser maestro. Un abrazo, Conchy. Muchas gracias por tus visitas y por enriquecer este modesto blog.

      Eliminar
  2. Querido amigo, que interesante reflexión. Esta es una inquietud mía, casi de todos los días. Sin embargo no creo que sea una batalla perdida, por mi parte no tengo Facebook y decidí hace mas de cinco años no tener televisión en casa, porque tristemente aquí no es muy buena. Intentar ir en contra de la incultura y conservar y disfrutar el habito de la lectura, es una elección diaria. Abrazo, S.

    ResponderEliminar
  3. Todo muy bien , me dejaste pensando que necesitamos proteger la cultura que esta en peligro de extincion,porque así sin darnos cuenta nos volvemos de la borregada (asi decimos aqui) por otra parte;hoy cambio mi idea hacia las hormigas.

    ResponderEliminar
  4. hoy volví a leerte... y comencé leyéndote con una gran sonrisa , a medida que seguía leyendo, mi cara fue cambiando , se me volteo la sonrisa,tienes tanta razón, y es algo que sucede en automático.

    ResponderEliminar