martes, 3 de junio de 2014

Pensando en motivación


Hoy me he visto obligado a pensar en motivación. En las cosas que nos motivan y nos desmotivan. Estoy enfrascado en los detalles de un pequeño curso, de cuatro horas, en el que intentaré trasmitir la necesidad de relacionar nuestra forma de trabajar, y de proponer, directamente con los resultados que obtenemos.
Para ello, he revisado mucha información, leído maravillosas frases elaboradas por mentes mucho más lúcidas que la mía. Mi mente rebosa motivación. De hecho, estoy tan motivado que en lugar de mojar dos galletas de chocolate en mi café con leche, esta mañana he mojado cuatro. Bueno... cinco. Por lo tanto, matemáticamente hablando, estoy el doble de motivado que de costumbre.
Este pequeño chiste, es la demostración palpable de que los estados de ánimo influyen de manera proporcional en el trabajo y en sus resultados.
Si los clientes se sienten motivados vienen más a nuestro negocio. Consumen más. Se identifican más con nosotros. Igual ocurre con nuestros colaboradores. Sería impensable plantear motivar a nuestros clientes sin motivar antes a las personas que directamente les van a prestar los servicios.
Por consiguiente, lo que se demuestra es que la motivación debe partir de nosotros e impregnarlo todo a nuestro alrededor como una mancha de aceite. 
La motivación, convertida de ese modo en lubricante, hace que todo fluya mucho mejor.
Las cosas que motivan o desmotivan pueden ser de muy diversa índole. Nos pueden desmotivar cosas tan diversas como ver suciedad en un baño, la forma en la que nos habla un dependiente, que nos hagan esperar mucho tiempo, sentirnos engañados en el precio, morirnos de frío o de calor en un negocio, la falta de calidad en un servicio...
Lo mismo que las cosas que nos motivan. Nos podemos sentir motivados por una buena oferta, por la recomendación de un conocido, por la imagen llamativa de un negocio, por un folleto que encontramos sobre el parabrisas de nuestro coche, por un anuncio de Groupon, por un trato exquisito...
Seguro que todos tenemos en la cabeza, en este momento, situaciones que nos motivaron y que nos desmotivaron. 
Nuestro trabajo, nuestra planificación, y nuestros objetivos, tendrían que contemplar, siempre y en todo momento, conseguir la máxima motivación de las personas hacia las que va destinado nuestro esfuerzo.
Un profesor ha de motivar a sus alumnos a estudiar, no basta con exigirles que estudien. Los buenos maestros son aquellos que seducen a los alumnos y los enamoran del estudio, de los libros, de las matemáticas, de la naturaleza, y lo hacen de una manera sutil y admirable, de tal manera que el alumno realiza las tareas sin sentir el esfuerzo ni sentirse obligado a ello.
Una buena directora de un salón de belleza es la que sabe trasmitir a sus empleadas el amor hacia sus clientas, su trato exquisito, la pasión por el trabajo bien hecho, el valor de los pequeños detalles.
Un buen entrenador es aquel que sabe valorar a cada uno de los miembros de su equipo, les exige a cada uno de ellos en la medida de sus posibilidades, los entrena para que alcancen nuevas metas, les reconoce sus logros, y los coordina y agrupa para que, una vez establecida una buena estrategia en base al conjunto, alcanzar el éxito y sentirlo como un bien colectivo.
Una gran jefa, un gran profesor, o un gran entrenador es aquel o aquella que sabe motivar a sus equipos y los implica plenamente en el proyecto.
La motivación es mucho más importante de lo que pensamos. Es la base de todo.
Lo que no sé aún es como voy a explicar todo esto.

6 comentarios:

  1. Gracias por la parte que corresponde a nosotros los docentes aunque cabe decir que nos estamos encontrando con una grave enfermedad que carcome a nuestros estudiantes. Vivir en una sociedad tan facilista tan poco llena de retos hace que motivarlos se haga una tarea titánica pues lamentablemente los jóvenes de hoy quieren las cosas mas rápidas y sencillas las motivaciones hoy, dinero, regalos o cosas materiales pero bueno hay que seguir en la lucha. kathy

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Katty, tu comentario nos acerca, y de qué manera, a la realidad del profesorado. Siempre recordaré a Don Manuel González Yuste, el impartía historia, nunca se me olvidarán sus batallitas. Escucharle era algo fantástico.

      Eliminar
  2. La clave está en entrar en clase con una sonrisa. Luego ser muy dinámico, imaginativo y no perder el sentido del humor. Hay que trabajar la inteligencia emocional.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, Conchy, con una sonrisa sincera se abren muchas puertas y se derriban muchos muros. Un abrazo.

      Eliminar
  3. Lo importante es la actitud! Un calido saludo. S.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Actitud y ganas de mimar a quien nos rodea...Saludos, S.

      Eliminar