jueves, 28 de febrero de 2013

Dar cera, pulir cera


En una vieja a la par que conocida película titulada: Karate Kid, el profesor Miyagi enseñaba el arte marcial a un alumno llamado Daniel Larusso, ansioso de revancha, tras haber recibido una brutal páliza por parte de los chulillos del barrio. Recordaran, muchos de mis queridos lectores, como el chaval se pasaba las horas limpiando coches sin tener la más remota idea del motivo de aquel suplicio al que le sometía su viejo maestro. Evidentemente el chaval no lo entendía. Él quería aprender a pelear y no a lavar coches. ¿Qué coño hago lavando coches? -Se preguntaba. ¡Yo lo que quiero es pelear!¡Quiero ser el mejor!
A muchos de nosotros nos pasa lo mismo que a Daniel pero con nuestro trabajo. Nos hemos dado cuenta de que nos sabemos dirigir nuestra empresa, y ahora, tras dos siestas y tres telediarios, pretendemos aprender todo de golpe, darnos un atracón de recetas maravillosas y que la cosa nos mejore.
No. Creo que eso no va a funcionar. No podemos prescindir, aunque queramos, de la base sobre la que se cimienta el éxito que tanto anhelamos. Sí buscamos el éxito tenemos que dar cera y pulir cera.
¿Qué significa eso? Pues, básicamente, comprender, a través del sacrificio y el esfuerzo, la esencia misma de lo que pretendemos hacer. 
Antes de aprender el cómo tenemos que aprender el porqué.
El ansia nos pierde. La paciencia nos hará grandes.
Tenemos que corregir nuestros malos hábitos, ya que como decía Confucio: "Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos".
Para conseguir ganar nuestro combate particular, muchos de nosotros vamos a tener que comenzar de cero. Lo importante es que seamos capaces de darnos, a nosotros mismos, una segunda oportunidad. Rectificar es de sabios.
Dar cera, pulir cera...

jueves, 21 de febrero de 2013

Nunca seré Christian Grey


A veces siento que el amor vive al otro lado de un cristal. Cuando esto sucede quisiera parecerme a Christian Grey y proyectar cincuenta sombras como cincuenta edificios de grandes y que el día, convertido en oscuridad, atenuara, en cierto modo, mi ansiedad. Quisiera ser un Titán vestido de cuero negro y que el amor se doblegara a mis deseos y acudiera ante mí, sumiso, tierno y complaciente. Pero no es así. Nunca fue así. Como tampoco existió la Torre de Babel, los Reyes Magos, o el Unicornio Azul. El amor es tan indómito como inescrutable, tan caprichoso como inesperado, y siempre esquivo. 
Sufro hasta dormido.
No existe nada tan doloroso a la par que tan dulce. Tan mágico como tan terrible. El amor lo es todo. Me llena. Aparece y desaparece. Entra y sale. Duele y cura. Da vida y mata. Huye. 
Escucho ruidos. Me desvelo. Abro los ojos. Todo está oscuro. Ella duerme a mi lado. Reposa. Se mueve. Gime.
No sé por qué siempre pienso que mi amor vive al otro lado de un cristal. Que habita en un mundo lejano en el tiempo. Que naufraga en pesadillas de abandono. Que sufre en secuencias fosilizadas en su mente, convertidas en clavos ardientes, en brasas eternas de inocente castigo.
Me despierto sudando incapaz de romper ese cristal que me separa de mi amada. Me bato en duelo contra mis pesadillas y mis frustraciones, pero, a pesar de todo, consigo levantarme. Ella aún duerme. Me meto en la ducha y por el desagüe dejo correr mis sueños mientras ella reposa tras su urna de cristal.
Mirando como el agua resbala por mi cuerpo deforme me doy cuenta de que nunca seré Christian Grey.

sábado, 16 de febrero de 2013

Arco 2013: Segunda puja


Distinguidos y acaudalados lectores: 
Ante el éxito conseguido en la primera subasta de obras no presentes en Arco 2013, se procede desde este blog, a la segunda, y no menos interesante, subasta púdica de arte por internet libre de impuestos, aranceles y plusvalías. Para esta inmejorable ocasión hemos elegido una fotografía que lleva por título: Político corrupto durmiendo la siesta, del prestigioso artista no plástico: José Fernández Belmonte.
Para los que no conozcan a este polifacético artista, se ha dicho de él que es una joven promesa, aunque, en realidad, eso se lo dijeron hace treinta años, por lo que lo que ahora de joven tiene poco y de promesa menos.
En una escueta reseña a una exposición que realizó hace unos años, un crítico de arte comentó: "José Fernández Belmonte es un artista al que hay que seguir de cerca". Quizás, por tal motivo, desde hace seis años, le vienen persiguiendo un montón de personas desde que sale desde su casa hasta que regresa por la noche. En una reciente entrevista le preguntaron si esa situación tan rocambolesca no le disgustaba y el respondió: "Nada que ver, al contrario, me siento como Forrest Gump, ustedes porque no lo han probado, pero mola un montón"
"Político corrupto durmiendo la siesta" tiene un precio de salida de 8.000 euros, aunque se acepta también pago en dolares, dinero negro, visa, american express y master card.
No pierdan esta gran ocasión, para hacerse con una obra del que ya se conoce como el Ai Weiwei murciano.

jueves, 14 de febrero de 2013

Arco 2013: Carta a los Rubell


Distinguidos Señores Rubell:
Para qué nos vamos a engañar. He sabido de ustedes por la prensa. Ahora sé que a los galeristas se les abren las carnes y que babean incontroladamente  cuando les ven acercarse a su stand, y que los "pobres" entran en una tremenda depresión cuando ustedes se marchan sin decir ni mu.
He sabido de sus gustos exquisitos; de su gran visión a la hora de invertir en nuevas promesas del mundo de la creación; de su excelente y excelsa colección, donde -entre ustedes y yo- no deberían prescindir de una de mis obras.
Y no lo digo en plan presuntuoso, pero ustedes entiendan a los galeristas, ellos están en otro mundo: de reunión en reunión con los políticos de su filiación, promocionando al hijo del cuñado del primo de tal subsecretario, ajustando las compras oficiales del presupuesto del 2013, intentando cobrar sus atrasos, etc. 
Aunque ustedes no son de aquí habrán escuchado que las cosas por nuestro modesto país van con retraso y con muchos recortes. De hecho, por los dichosos recortes, a mí me han recortado el presupuesto para gastos culturales y tan sólo me da la mata para comprar El País los sábados y leer "Babelia", por tal motivo no voy a poder verles en persona en Madrid y he optado por remitirles esta misiva para que no pierdan esta gran oportunidad que les brindo sin compromiso alguno.
Como decía, los galeristas no se han dado cuenta aún de la trascendencia universal de mi obra, pero no se lo tomen ustedes a mal. Piensen en positivo amigos como hago yo, conmigo se están ahorrando el 50% que se chupa la galería, y sí hace falta, y me aprietan un poco, con cada obra (escultura, collage o fotografía) les regalo una botella de vino de Bullas, que de eso seguro no tienen ustedes por New York.
Mi obra cabalga entre lo mínimal y el povera (lo de cabalga es una expresión, no se lo tomen al pie de la letra) Una vez vendí una por cien euros y no me han venido a reclamar que les devuelva el dinero, cosa que estuve esperando durante los tres primeros meses después de ejecutada tan suculenta transacción, pero no, aún no me han reclamado nada, hecho que avala la calidad de mi obra. En la Universidad de Murcia -en la pública, no en la de los curas- se expone una escultura mía de gran formato y me han comentado que la gente que la ve dice que les mola un montón -otra prueba irrefutable de mi valía-.
Para garantizarles aún más la calidad de mis trabajos les comentaré, a modo de anécdota, que en una exposición, de hace algún tiempo, una señora mayor me preguntó -sin saber que yo era el artista-:
-¿Oiga joven, qué hace esta máquina tan rara?
-Estorbar señora. Estorbar y acumular polvo -repetí sin aspavientos lo que siempre comenta mi esposa.
-No diga usted eso, buen hombre, que es muy bonica.
De ahí se desprende la universalidad de mis obras: le gustan tanto a jóvenes como a mayores. Por todo lo expuesto, creo que ha quedado suficientemente acreditado en esta carta que, mi obra, pese a no estar presente en ninguna galería de ARCO 2013 está pidiendo a gritos ocupar un lugar de honor en su prestigiosa colección.
La fotografía que ilustra este texto se la puedo dejar en 6.000 euros más el tintorro. Lleva por título: "Dentadura sumergida en agua en un bote de habichuelas". ¡Aprovechen este chollo antes de que me haga famoso, que luego ya se sabe!
A la espera de noticias suyas, voy a hacerme un colacao y me voy a currar.
Un saludo afectuoso.
José Fernández Belmonte
Artista de Plástico.

martes, 12 de febrero de 2013

No hay recetas mágicas


Ahora que cada día me acerco más a las personas me doy cuenta de que todo el mundo sigue buscando recetas mágicas. Parece que no escarmentamos o que tuviéramos memoria de pez. No sé donde leí que los pobrecitos tan sólo tienen tres segundos de memoria y que, trascurrido ese tiempo, no se acuerdan ni de su nombre. O sea que Nemo, no sabe que se llama Nemo, o una sardina no sabe que es una sardina, porque no pueden acordarse.
Hace unos años nos tragamos la receta mágica de la felicidad. Mordimos el anzuelo. Nos dijeron que compráramos viviendas, que nos íbamos a forrar y que, a los dos días, las venderíamos por el doble. Si no teníamos dinero no había problema, los bancos te lo daban. Si pedías cien mil te ofrecían ciento cincuenta mil y salíamos del banco pensando en lo felices que éramos y lo bueno y simpático que era el banquero.
Ahora hay más de un millón de viviendas en España sin vender. ¿Son muchas, verdad?
El problema radica en esa obsesión que arrastramos en encontrar la receta mágica de la felicidad. Queremos lo imposible. Soñamos con trabajar menos, ganar más, tener una casa de lujo, un cochazo, una casa en la playa y hacer viajes maravillosos por medio mundo. Nos dijeron que eso estaba al alcance de cualquiera. Mordimos el anzuelo, bien mordido, y aún no podemos librarnos de él porque el hospital está con los recortes y en los quirófanos hay lista de espera. Son muchos anzuelos. Demasiados.
Como decía, a pesar de eso, seguimos a la caza y captura de recetas mágicas sin darnos cuenta de que precisamente en el trabajo diario, en nuestra rutina, en nuestro esfuerzo y en nuestro sacrificio se hallan las auténticas soluciones.
Nunca fui de aprender cómo. No me obsesiona tanto cómo hacer las cosas como el hecho de entenderlas. Nunca fui de aprender de memoria, prefiero entender las lecciones, aunque estas, la mayor parte de las ocasiones, cuesten caro.
Siempre me ando cuestionando todo. Hoy reclamó mi atención ese hecho tan significativo. Me he dado cuenta de que seguimos buscando recetas mágicas, soluciones externas, subsidios, atajos, ampliaciones...
No somos conscientes de nuestra auténtica potencialidad. No damos suficiente valor a nuestro trabajo, a nuestros negocios, a nuestras familias, anhelamos un mundo de ficción que sólo vive al otro lado de una pantalla, ya sea de televisión o de ordenador. Huimos de nuestra realidad cuando esta es la única que vale.
No sé qué ganaré -a parte de críticas- cuestionándome tantas cosas. Ni por qué lo hago. Como dijo algún sabio, del cual ahora no recuerdo su nombre: Cuando habíamos alcanzado a saber todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas.
A veces pienso que muchos de nuestros problemas parten de que sufrimos una colosal falta de autoestima. Y la verdad, valemos mucho más de lo que nos creemos. Quizás muchos de los lectores se acordaran de que nuestros padres y nuestros abuelos salieron adelante, en situaciones peores, sin recetas mágicas, a base de lucha, constancia y sacrificio. Quizás ellos tuvieron la suerte de ver menos televisión.

sábado, 9 de febrero de 2013

Contorsionismo mental


Desde bien pequeño me han apasionado los contorsionismos. Los primeros recuerdos en este sentido me vienen del circo, ese espectáculo errante y nostálgico, cargado de emociones y sorpresas como la vida misma. La vida es un circo maravilloso en el que sobreviven los contorsionistas como héroes que se doblan ante la adversidad, o ante su público, como cañas de bambú. La vida, ahora, se ha transformado es un circo gigante sin carpa lleno de forzados y novatos contorsionistas. El que no se contorsiona se quiebra o se arroja por un balcón para convertirse en un triste titular de prensa y criar malvas. 
El contorsionista sufre en sus comienzos, como el atleta sufre en sus primeras  carreras o como un artista, mientras pinta sus primeros cuadros, se pregunta: ¿Y para qué coño pintaré yo esta mierda? Luego vienen los redaños, el perseverar, el reafirmarse y creer en que si otros pudieron correr, pintar o contorsionarse como una palmera movida por un vendaval, nosotros no íbamos a ser menos.
Para llegar a ser un gran maestro de la contorsión hay que empezar por flexibilizar. Deberíamos pensar que otras posturas son posibles aunque rocen los límites de nuestra lógica o de la física cuántica. Nuestro cerebro se resistirá, nuestras articulaciones se resentirán, nuestra mente querrá evitar, a toda costa, esas nuevas posiciones en apariencia incongruentes e innecesarias, pero al final, después de esa feroz lucha interior, aparecerán el entendimiento, después el disfrute, más tarde el reconocimiento y, por último, el éxito.
Todo ha cambiado a nuestro alrededor. Los espectadores, los músicos, los payasos, los trapecistas, hasta el domador ha cambiado. Lo fácil ahora es difícil. Lo que nunca pensábamos hacer es ahora lo que nos da de comer. La contorsión está de moda y aún hay quien no se ha dado cuenta.
Yo mismo escribo este texto haciendo el pino puente con una sola mano, mientras que, con la otra, me preparo, como cada mañana, el café de Intermon. 
La verdad, nunca pensé que fuera capaz de tal cosa. El contorsionismo es una putada pero, al final, se le acaba cogiendo el gusto.

jueves, 7 de febrero de 2013

Tres añitos



Si estuviera hablando de un bebé, este ya andaría, inocente, tirando todo lo que estuviera al alcance de sus manos. Si fuera un perro ya habría consumido, aproximadamente, una cuarta parte de su existencia. Si fuera un amor, ya se habría pasado el tiempo que dura el enamoramiento y comenzaría a encontrarle las verrugas donde antes veía lunares preciosos. En realidad les estoy hablando de este blog y es que, él y yo, estamos de cumpleaños. 
Mi vida en fotos, nació como muchos de nosotros, sin saber para qué. Vino al mundo sin una finalidad clara, eso sí, con ganas de mejorar y con espíritu innovador. 
Tengo que reconocer que me costó encontrar el camino. Dudé, renqueé, paré, volví a arrancar y, a base de constancia, encontré mi línea editorial.
Podría haber creado un personaje. Podría haberme escondido detrás de las palabras. Tenía tantas posibilidades que, al final, decidí mostrarme tal y como soy. Atreverme a desvelar mi visión de la vida, de los acontecimientos -propios y ajenos- y, como me recomendó una lectora del blog: a escribir desde las tripas. 
Treinta y tres seguidores -que apenas me siguen- casí 50.000 visitas, 500 comentarios de los lectores, es un modesto bagaje. Tan sólo como referencia diré que el blog de una chica que enseña su escote a diario, con fotos subiditas de tono, ha conseguido 3.000.000 de visitas en un suspiro. Siempre se dijo: tiran más dos tetas que cien carretas.
He comprendido que mi blog nunca alcanzará el mismo valor que un buen par de tetas. Ni falta que hace. Continuaré con él, balbuceando, como haría un niño de tres años, escribiendo con esa parte soñadora e infantil que tenemos todos los que nos atrevemos a pensar en voz alta.
Menudo atrevimiento. ¿Qué pensarán mis lectores?
Gracias a todos por estar ahí.

domingo, 3 de febrero de 2013

Tiberi o la grandeza de la sencillez



Por ese tiempo, vi en la prensa local que a uno de mis antiguos entrenadores de fútbol le acababan de rendir un pequeño homenaje por su trayectoria deportiva. Eso me hizo recordar a todos y cada uno de los entrenadores que tuve durante mis doce años de infructuosa carrera deportiva, y digo infructuosa en la parte material ya que en la parte intangible podría reconocer que, en todo ese tiempo invertido, gané una fortuna.
Recordando a otros entrenadores, recordé a uno que siempre traía unos termos con un “té” que nos servía, durante los descansos, en unos vasitos antes de salir al campo. Nadie supo nunca que nos daba a beber aquel tipo, pero la cuestión es que nuestras segundas partes eran siempre muy buenas; vamos que corríamos como las balas.
Tuve otro que era un fanático del Ajax de la época de Johan Cruyff, con su "pressing total". Nosotros acabamos haciendo pressing como la naranja mecánica en plan “murcianico style”. No nos fue mal aquel año.
Otro era un policía nacional más bueno que el pan. Yo creo que sí alguna vez agarró a algún delincuente -que lo dudo- lo dejó escapar por pura pena. Este siempre nos sorprendía enseñándonos acrobacias y formas distintas para tirar un penalti, o lanzar una falta. Nos hacía soñar y nos mimaba como a sus hijos. Era el padre maravilloso, que muchos de nosotros, no teníamos.
Pero Tiberí es un tipo muy peculiar. Subir a su coche era entrar al mundo de Torrente. Música del Fari, escudo del Barsa (Torrente es del Atletí) fotos de toda su familia pegadas por el salpicadero, alguna estampita de un santo de turno, varios medallones de oro colgados de su cuello y algo que nos atontaba: ¡Mil ambientadores de pino! Eso sí, el coche estaba siempre impoluto.
Su barriga es (supongo que no habrá adelgazado) como la de Torrente y sus planteamientos digamos que un tanto rudimentarios. Pero una cosa tenía clara: su forma de entrenar y su forma de afrontar los partidos.
Con él gané el único campeonato de mi ruinosa carrera futbolística. Con él quedé, por única vez, máximo goleador de un campeonato. Tan sólo tenía tres jugadas, ¡No nos permitía hacer otra cosa!. En los entrenamientos, después de calentar, era todo una rutina. A veces nos aburríamos y cuchicheábamos entre nosotros que aquello nos parecía mal. Pero luego en los partidos, funcionaba. ¡Vaya que sí funcionaba!
Él gritaba desde el Banquillo: ¡La uno! ¡La uno! Y nosotros hacíamos la uno. O gritaba: ¡La dos! ¡La dos! Siempre igual. Pero nosotros ganábamos que era lo importante. Y poco a poco nos fue gustando aquel sistema. Nos sentíamos cada vez más fuertes y, lo que es más importante aún, más seguros de nosotros mismos. Triunfamos con Tiberi en el banquillo vociferando continuamente: ¡La uno, la dos o la tres!
      Todo esto me hizo recapacitar en nuestra propia estrategia. En nuestras propias necesidades de cara a afrontar el año 2013 con posibilidades de ganar nuestra difícil liga. Me ayudó a analizar más en profundidad nuestra auténtica potencialidad y buscar nuestras estrategias ganadoras que nos lleven, desde la humildad y desde nuestra auténtica realidad, a lograr nuestros objetivos.
      Vaya desde aquí mi pequeño homenaje a Tiberi un auténtico maestro en el dominio de las cosas sencillas. Un gran maestro de la concreción. 
Gracias Tiberi.

sábado, 2 de febrero de 2013

Infidelidad


A Paco, la soledad le quemaba tanto como un horno gratinando macarrones. El sentirse abandonado, acompañado únicamente por aquel perro callejero lleno de pulgas que lo miraba fijamente moviendo su carita de lado a lado para que le bajase a mear, le hacía percibir un horizonte tan oscuro como la tinta de un calamar gigante. Las paredes de aquel cuarto alquilado, por ciento veinte euros al mes, se le venían encima como olas pétreas en su mar negro de la depresión. 
Huyendo de sí mismo, y para que aquel perro no inundara de más miseria aquella habitación, salió a la calle. La luz era aún tímida. El frío abusador. La gente autista. 
Su perro le acompañaba, fielmente, como se supone que acompañan los perros. Las hojas desprendidas de los árboles se arremolinaban desatinadas en unos movimientos impropios e incoherentes, como manejadas por ráfagas de viento caprichosas y provocadoras.
Dos barrenderos, a la par que daban ritmo a sus escobas de retama, hablaban del último partido de copa. El quiosquero charlaba con un policía municipal sobre el mal olor que desprendían unos contenedores de basura próximos. Tres amigas regañaban a otra por haberse retrasado para desayunar juntas. 
Él seguía rumbo hacia ninguna parte perseguido por su perro y su perro avanzaba, como si nada, trasportando a un ingente ejército de caparras y pulgas. 
En un semáforo, una mujer, bien perfumada y con una perrita spitz alemán  cruzaba en dirección contraria. Él la miró con devoción comprobando que, pese a haber perdido gran parte de su identidad, debajo de aquella vieja ropa aún  habitaba un hombre. Sus ojos se abrieron como platos y su ritmo cardíaco se aceleró al cruzarse ante tal monumento a la feminidad.
El perro sarnoso se abalanzó sobre los cuartos traseros de aquella perrita blanca, perfumada y esponjosa. A él le hubiese gustado hacer lo propio con los de la señora, pero, pese a su angustiosa situación, aún tuvo a bien mantener la compostura y no dejarse llevar por tan bajos e indecorosos instintos.
Paco reanudó su marcha. Unos pocos pasos más adelante se quedó absorto mirando el escaparate de una tienda de electrodomésticos. En una televisión se anunciaban listas interminables de políticos corruptos, con impresionantes sobresueldos e impecables cuentas en Suiza, los cuales, posteriormente, aparecían sonrientes negando la mayor.
De manera incontrolada y convulsa vomitó bilis sobre el tronco retorcido de un olivo centenario que decoraba la calle. Cuando se repuso, buscó al perro y no lo encontró. Miró de nuevo instintivamente hacia la televisión. Ahora los políticos amenazaban con denunciar a los denunciantes. Buscó de nuevo a su perro, pero ni este ni sus pulgas aparecían por ninguna parte.
Decidió regresar sobre sus pasos. El can no daba señales de vida. Un numeroso grupo de manifestantes se cruzó en su camino al grito de: ¡No hay pan para tanto chorizo!. Él los miró como quien ve llover. Ensimismado, llegó a su portal. Mientras abría la puerta pegó un último vistazo para ver si aquel perro esquirol hacía acto de presencia, pero no. 
Para que luego digan que el perro es el mejor amigo del hombre. Por lo visto, el hombre no tiene amigos.