sábado, 7 de julio de 2012

Días de hospital XXXV


Ahora que han venido los abejarucos, con sus acompasados vuelos en vaivén, por si era poco un hospital, ahora dos. Mi madre en el suyo: ¡por fin fuera de la UCI! y el tío Ramón en otro. Así que estamos de oca en oca y tiro porque me toca. Cada vez me gustan menos los hospitales, quizás me este volviendo un poco nosocomefóbico. 
El Reina Sofía está mucho mejor que la Arrixaca Vieja, conocida ahora como el Hospital Morales Meseguer. Lo que menos me gusta del Hospital Reina Sofía es que han colocado en su recepción una escultura de una gorda en bicicleta de Antonio Campillo. En eso el escultor murciano se parecía a mi tío Ramón, al parecer, también le gustaban mucho las gordas. Pensándolo bien no hay mejor escultura que el cuerpo de una gorda. Aunque para gustos colores.
Mi madre antes estaba un poco gorda, pero ahora no. En sus tiempos mozos hubiera sido una buena modelo para Campillo o para Botero.
Como decía, ya no está en cuidados intensivos, la han colocado en una habitación con vistas. Ahora que vengo del Reina Sofía me doy cuenta que el Morales Meseguer esta más viejo que Carracuca. No me estraña que los virus hospitalarios estén al acecho para hacer de las suyas, como le pasó a mi madre.
La pobre ahora esta muerta de picor. Se siente fatigada y le cuesta trabajo respirar por la nariz. Debe tener mocos hasta en el carnet de identidad, así que, la pobrecita, no oye ni torta. Tiene muchas ganas de que le laven la cabeza como Dios manda. Todavía no le apetece leer ni ver televisión. De vez en cuando habla, pero no esta muy conversadora, por lo tanto, todavía no es ella ni por asomo.
Ayer, se empeñó en saber por qué una señora estaba sentada en un sillón en el pasillo:
-Pepe:¿Qué hace esa mujer ahí? me preguntó.
-Mamá, no lo sé. Estará descansando un rato.
-Pepe:¿A ver si es que le pasa algo? Mira, por favor, pregúntale -me insistió.
-Señora, buenas tardes, dice mi madre que por qué está usted en el pasillo -le pregunto a la señora.
-Están curando a mi madre y me han pedido que me salga. Por eso estoy aquí - respondió la señora con cierta incredulidad.
-Muchas gracias, es que mi madre está preocupada por verla ahí -le dije.
-Mama, la señora está esperando a que curen a su madre. No le ocurre nada - le expliqué a mi madre.
-Dile que pase si quiere, que no este ahí tan sola -insistió mi madre.
-Señora podría usted pasar un momento y saludar a mi madre para que se quede tranquila -le pedí como favor a la mujer.
-Hola ¿Cómo se llama usted? -le preguntó la recién llegada.
-¿Qué dice Pepe, no la escucho? -me dijo mi madre.
-Pregunta que cómo te llamas -le digo a mi madre levantando la voz.
-¡Loli, me llamo Loli! Llevo ya mucho tiempo en el hospital y estoy medio sorda, sabe usted -le dijo a la señora.
-Mucho gusto en conocerla -respondió la vecina.
-¿Va a quedarse usted esta noche aquí? -le preguntó mi madre.
-Sí, esta noche me quedaré con ella -respondió.
-Pues si quiere algo, aquí estoy yo. Pase luego a verme un ratico, si quiere -le invitó mi madre.
-Claro que sí. Luego pasaré a saludarle. Mucho gusto Loli, voy a ver si ya han terminado de curar a mi madre, hasta luego -dijo la nueva vecina despidiéndose.
Como ven, mi madre siempre fue mucho de socializar. Si no fuera por los malditos picores estaría muy bien. Ojalá que de esta planta nos vayamos definitivamente a casa. El escollo, ahora, es avanzar con su movilidad después de llevar cuatro meses postrada en una cama.
Intuyo que quedan por delante aún muchos días de hospital. Que por nadie pase.

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