miércoles, 10 de agosto de 2011

El asedio de los mercados





















Estos días de vacaciones me han llevado hasta la monumental ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo. El trayecto entre Murcia, que es donde yo resido -cuando resido en algún sitio- hasta esa preciosa ciudad, lo he realizado en coche, soportando por la radio, el continuo asedio de los informativos por el azote, al que estaban sometiendo los "mercados", a la deuda soberana de Italia y de España. Según escuchaba las noticias no sabía si era mejor opción: estrellar mi vehículo contra un radar fijo de la autopista y morir, de ese modo, haciendo felices a los sufridos veraneantes, o seguir gastando euros, tan felizmente, como si la cosa no fuera conmigo. Al final, por la cosa del turismo, he optado por "hacerme el sueco".

La prima de riesgo de estos dos países mediterráneos, durante esta última y fatídica semana, se ha ido a la mierda de la mano, como se hundió el Titanic o se perdió la Armada Invencible, que de invencible tenía lo que yo de astrofísico.

Curiosamente, me he dado cuenta, al llegar a Ciudad Rodrigo, que antiguamente los asedios tenían cara y ojos, cosa que ahora no. Me explicaré mejor para que ustedes no piensen que escribo bajo los efectos del tinto de verano. Cuando los franceses o los ingleses asediron Ciudad Rodrigo a comienzos el siglo XVIII, estos ponían cerco a sus murallas y durante semanas, erre que erre, nos jodían a base de darnos manteca y tirarnos con toda su artillería, como el que reparte cromos de futbolistas en la puerta de un colegio. Te jodían a base de bien, y cuando conseguían, por fin, abrir un boquete en las murallas te invadían como Dios manda , te violaban a la mujer, y se llevaban hasta la ropa vieja. Eso eran asedios y no los de ahora. Los asedios contemporáneos son tan complicados e inexplicables como el arte contemporáneo. Antes veíamos un cuadro y decíamos: eso es un Cristo Crucificado. Ahora, sin embargo miramos un cuadro y decimos: ¿Qué leches es eso? Antes nos asediaban los franceses y nos cagabamos en sus muertos y ahora nos asedian los mercados y nos preguntamos: ¿Quién narices serán los mercados? ¿Por dónde nos atacan esos hijos de puta?. Antes luchabamos defendiendo las murallas y muriendo en las trincheras, pero ahora, cómo diablos nos vamos a defender de un enemigo invisible que nos tiene a todos en jaque?

En Ciudad Rodrigo siempre han entendido mucho de asedios, pero no de estos. Según me ha dicho el paisano de la fotografía: "estos de ahora son más cabrones".

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